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jueves, 16 de febrero de 2012

Capítulo 6

Hola a todos! disculpad por el retraso, ya sé que dije que el lunes colgaría un nuevo capítulo pero he tenido algunos problemas y no he podido hasta hoy. Sin más, os dejo con el capítulo y os deseo una buena lectura.
 
Capítulo 6 - Sawnock

Miraron a su alrededor y Nadia dejó escapar una exclamación.
— ¿Dónde estamos?
Nadie le respondió. Se habían quedado inmóviles en las motos mientras contemplaban el paisaje.
Se encontraban en un claro en los límites de un inmenso bosque que se extendía ante ellos, en el que crecían árboles de diversos tipos, algunos de ellos tan altos que no se veía hasta donde llegaban. Había una gran variedad de plantas y arbustos que abundaban y que los rodeaba dejándolos encerrados en aquel claro, ya que a sus espaldas se elevaba una gran pared de piedra que resultó ser la ladera de una montaña. Miraron hacia atrás pero no vieron ningún rastro del túnel, tan solo un círculo de luz intensa que emitía destellos blancos bajo la luz del sol, exactamente igual a la luz que acababan de ver en el túnel.
Dan bajó de la moto.
—Esto no puede ser real —murmuró.
— ¿Dónde estamos? —volvió a preguntar Nadia—. Este sitio es muy raro.
—No lo sé —respondió Dan—. Lo que sé es que estamos lejos de casa, lejos de la playa y no creo que eso sea bueno.
Se acercó al círculo de luz y levantó la mano dispuesto a tocarlo, pero volvió a notar algo extraño, como si una barrera invisible se lo impidiera.
—Qué raro —murmuró.
Nadia bajó de la moto y fue junto a Dan.
— ¿Qué pasa? —le preguntó preocupada.
—No podemos volver a casa, aunque no lo entiendo, porque si hemos llegado a este lugar a través de esa luz también tendríamos que poder regresar.
—Estás en lo cierto muchacho, pero por circunstancias desconocidas me temo que eso no va a ser posible —dijo una voz grave a sus espaldas.
    Todos se giraron sobresaltados y lo que vieron les dejó sin habla.
    Se trataba de un hombre más bien diminuto, con barba y pelo largo de color negro azabache. Iba armado con dos hachas que llevaba sujetas en el cinturón de su ropa, que al parecer estaba hecha con la piel de algún animal. En la espalda, además, llevaba sujeta una espada casi tan grande como él.
    Los dos retrocedieron asustados ya que Manu y Sergio seguían en la moto sin dar crédito a lo que veían.
    —Tranquilos, no os voy a hacer daño —dijo el hombrecillo—. Vivo aquí y os puedo ser útil así que no me tengáis miedo.
    Poco a poco se fueron tranquilizando. Se miraron brevemente unos a otros y asintieron.
    —Por cierto, me llamo Savek —les dijo mientras se sentaba en una roca que había junto al círculo de luz —. ¿Quiénes sois vosotros?
    Se presentaron y le contaron todo lo que había ocurrido: el túnel entre las rocas, la extraña luz intensa, la barrera invisible…
    —Ya veo —murmuró el hombre mientras examinaba atentamente el circulo de luz.
    Hubo un momento de silencio hasta que Dan habló.
    — ¿Qué lugar es este y cómo podemos volver a casa?
    Savek los miró atentamente, pero al final respondió.
    —Esto es Sawnock. Y en lo que se refiere a volver a vuestras casas me temo que no es posible.
    — ¿Por qué no? —le preguntó Nadia.
    —La Luz de Sawnock se está cerrando y es la única vía de entrada y salida de este mundo —dijo señalando el círculo de luz.
    — ¿Qué quieres decir? —preguntó Manu que se había bajado de la moto acercándose hacia donde se encontraban ellos.
    —Que la única posibilidad de que podáis regresar es que volváis a entrar en la Luz de Sawnock, pero esta ha dejado de funcionar inexplicablemente.
    Vieron con cierto asombro que era cierto. La intensa luz había desaparecido casi por completo y en su lugar había una ligera neblina tras la cual se podía ver una pequeña cueva en la ladera de la montaña. Dan entró ante la mirada de Savek y de sus amigos con la esperanza de que todo aquello no fuera cierto y poder ver el túnel que los llevara de regreso a su mundo, pero lo único que encontró fueron piedras en su interior. Salió decepcionado y miró a Savek a los ojos.
    —Por favor, ayúdanos —le suplicó—. ¿Qué podemos hacer?
    —Yo no os puedo ayudar a volver a casa. Simplemente os puedo indicar donde debéis ir para que os digan como volver a vuestro mundo.
— ¿Cómo? —preguntó Sergio que también había bajado de la moto—. ¿Tú no vienes con nosotros?
—No puedo. Debo quedarme aquí vigilando por si ocurre algo— dijo señalando la neblina que había sustituido a la luz de Sawnock.
— ¿Crees que podremos llegar a algún sitio si no nos acompañas tú que conoces este lugar? —le dijo Sergio impacientándose.
—Hay más gente que os podrá ayudar gustosamente si se lo pedís —aseguró Savek.
Sergio hizo ademán de decir algo pero Manu lo interrumpió.
—Dinos que tenemos que hacer.
Savek los miró un momento antes de hablar.
—Bien. Como no conocéis Sawnock supongo que no sabréis nada de la Fortaleza.
Las caras que pusieron le bastaron para entender que no sabían nada, así que empezó por sacar un mapa que llevaba en un bolsillo. Lo extendió y lo puso de forma que lo vieran todos.
—La Fortaleza es un lugar montañoso que se encuentra en el centro de Sawnock —dijo señalando en el mapa—. Como su nombre indica, es una fortaleza, o más bien lo era porque ya no se utiliza como tal desde hace mucho tiempo. Como podréis comprobar cuando lleguéis allí, está formada por montañas.
—No lo entiendo —interrumpió Nadia.
—Quiero decir que no se ha utilizado ningún material para construirla, sino que ha sido esculpida en la piedra de las montañas de Selwyrck, pero tiene la misma apariencia que un castillo.
—Vale, eso ya está claro —dijo Sergio—, pero, ¿qué es Selwyrck?
Savek volvió a señalar el centro del mapa.
—Selwyrck es el territorio donde se encuentra la Fortaleza. Si os fijáis, Sawnock está dividida en varias zonas o territorios. Ahora estamos en la Isla del Volcán —dijo señalando el extremo inferior-derecho del mapa—. Selwyrck se encuentra en el centro de Sawnock, eso ya lo sabéis, y luego, empezando por el noroeste están Saperth, habitada por humanos y magos; más abajo está Swayerz, un extenso bosque habitado por criaturas mágicas y en el sur encontramos Relhnak, el reino de los magos. Ya por el sureste están Linkfow, el reino de los humanos, y Belfow, un desierto montañoso en el que viven los enanos como yo.  Turskart, donde se cree que están los gigantes y demás criaturas peligrosas, ocupa el este de Sawnock, y para terminar al norte se encuentra Sakehz, la prisión abandonada. Como os he dicho varias veces el centro de Sawnock está ocupado por Selwyrck, que es una agrupación montañosa donde se construyó tiempo atrás la fortaleza Segaliur, de la que os he hablado, y en la que habitan los dragones así como algunos magos y criaturas mágicas.
Ante las miradas que le dirigieron los cuatro jóvenes cuando terminó de hablar se dio cuenta de que había hablado muy deprisa.
—Mirad, imagino que no os lo creeréis porque en el mundo del que venís no existe la magia pero este no es vuestro mundo, es Sawnock y aquí sí que existe. Si no me creéis intentad explicarme como habéis llegado aquí. Decidme, ¿es normal en vuestro mundo ver una luz misteriosa capaz de transportaros a otros lugares que no conocéis?
Al poco rato se fueron dando cuenta y fue Dan, que llevaba rato sin hablar el que se disculpó.
—Lo siento, pero entiende que es muy raro para nosotros oír hablar de magos y dragones cuando, como tú has dicho, en nuestro mundo no existen.
— ¿Tú eres un enano? ¿Puedes hacer magia? —intervino Manu con curiosidad.
—Tranquilo que os entiendo —dijo, y volviéndose hacia Manu añadió—. Sí que soy un enano pero no puedo hacer magia. Deberías poneros en marcha pronto si tenéis prisa por regresar a casa.
Los cuatro asintieron con la cabeza y Savek continuó hablando.
—Os he dicho antes que estamos en la Isla del Volcán. Lo primero que tenéis que hacer es llegar a Sawnock y para ello tenéis que atravesar esta isla y al llegar a la playa cruzar el mar. De ese modo llegareis a Linkfow y allí podréis pedir que os ayuden a llegar a Selwyrck.
—Gracias, Savek —le dijo Nadia.
—Me llamo Kergon —masculló el enano, molesto.
— ¿No te llamabas Savek? —exclamó Manu.
    —Sí, es que soy muy bromista —dijo riéndose, aunque pudieron ver un destello en sus ojos—. Bueno, me tengo que ir. Que tengáis suerte.
    —Gracias.
    —Solo una cosa más: no tengáis miedo de cruzar el mar.
    Dan quiso decirle que no lo había entendido pero no pudo porque Savek desapareció repentinamente. Miraron desconcertados a su alrededor creyendo que sería un truco.
    — ¿Dónde está?
    — ¿No ha dicho que no es un mago?
    Esas fueron algunas de las preguntas que se hicieron y tras esperar unos minutos y ver que no aparecía se pusieron en marcha.
    — ¿Vamos en las motos? —preguntó Manu.
    —El enano ha dicho que tenemos que cruzar el mar y no me apetece nadar —dijo Dan.
    —Tienes razón —le respondió subiendo en la moto—. Vámonos.
    Detrás de Manu subió Sergio, y Nadia subió en la moto de Dan.
    —Ve tú primero —le dijo Manu a Dan, que arrancó la moto y aceleró.
    Se metieron por un sendero que había en mitad del bosque. Era algo más estrecho de lo que parecía porque las plantas que sobresalían en el camino les rozaban al pasar. Habían avanzado dos kilómetros aproximadamente y no habían visto nada extraño, solo el paisaje que se extendía a su alrededor y algún que otro animal, cosa que pareció tranquilizarles un poco e inquietarlos al mismo tiempo, porque no se oía nada, ni tan solo el sonido del viento.
    Siguieron avanzando y al rato escucharon un ruido parecido a un chapoteo. Bajaron de las motos y se dejaron guiar por el sonido y llegaron a un río con una pequeña cascada que caía por la montaña que habían visto nada más llegar y que a juzgar por su tamaño rodeaba toda la isla.
    Se acercaron corriendo a refrescarse pero no llegaron a beber porque no sabían si el agua podía estar contaminada. Se mojaron unos a otros y juguetearon un rato. Parecían haberse olvidado de que estaban perdidos, pero volvieron a la realidad al escuchar un sonido que les hizo estremecerse de pies a cabeza,
    —Dan… —susurró Nadia aterrada—. ¿Qué ha sido eso?
    Él no le contestó, simplemente le hizo un gesto para que no hiciera ruido y la abrazó para tranquilizarla. Miró a Manu y a Sergio y les dijo en voz baja que no hicieran ruido. Ellos, muertos de miedo, asintieron despacio. Al instante volvieron a oír el mismo sonido y esta vez pensaron que era inconfundible.
    Era el aullido de un lobo, de varios para ser concretos y no es que estuvieran muy lejos de donde se encontraban ellos. El último aullido resonó por toda la montaña y unos pájaros que había en un árbol salieron volando rápidamente como si temieran que los lobos los pudieran alcanzar.
    Mientras, Nadia gimoteaba entra los brazos de Dan y este hacía lo imposible por calmarla. Más allá, Sergio y Manu los miraban sin saber qué hacer.
    —Dan… vámonos ya —suplicó Nadia.
    —Nos vamos, pero no hagáis ruido o nos descubrirán, ¿vale?
    Todos asintieron y Nadia se separó de Dan pero sin soltarle la mano, que tenía fuertemente cogida. Se dieron la vuelta y volvían al camino cuando algo pasó velozmente por delante suya provocando que Nadia con lo asustada que estaba se le escapase un grito.
    —Tranquila, solo es una ardilla —intentaron calmara Dan y Manu.
    Demasiado tarde. El grito había delatado su posición y los lobos no tardaría en alcanzarlos. Los vieron corriendo tras ellos dispuestos a conseguir algo de comida. Eran dos lobos grandes y grises, pero debido a su tamaño valían por cuatro.
— ¡Corred! —gritó Dan.
A nadie le hizo falta escucharlo dos veces porque salieron corriendo como nunca lo habían hecho pese al miedo que tenían en el cuerpo. Dan pensó en la navaja que se había metido en el bolsillo antes de salir de su casa pero descartó la idea porque no le serviría de mucho, ya que aunque consiguiera herir a uno el otro estaría preparado para atacar.
Subieron rápidamente en las motos y aceleraron para alejarse de aquel lugar lo antes posible, aún con los lobos pisándoles los talones.
Fueron siguiendo el camino y estaban distanciándose de los dos animales cuando tuvieron que frenar bruscamente porque las plantas del bosque se internaban en el camino impidiéndoles pasar. Miraron a su alrededor buscando una escapatoria pero estaban rodeados por una gran cantidad de matojos y arbustos que les impedía pasar. Entonces Dan no tuvo más remedio y se bajó de la moto.
—Intentaré detenerlos. Vosotros despejad el camino para que podamos huir.
— ¿Estás loco? —bufó Nadia.
    —Si esto es de locos entonces yo soy el que peor está —comentó Manu—. ¡Vamos Dan! ¡Démonos prisa!
—Tranquila, sé lo que hago —le dijo Dan a Nadia, y le dio un beso en la mejilla.
Los dos chicos volvieron atrás mientras Nadia y Sergio despejaban el camino. Cogieron cada uno una rama gruesa que había junto a un árbol en el borde del camino y esperaron preparados a que se acercaran los dos lobos, pero se llevaron una sorpresa al ver solo a uno. La bestia iba hacia ellos enseñando los colmillos, dispuesta a atacar, pero Manu estaba preparado, igual que Dan.
— ¿Sabes? Siempre me han gustado los lobos —confesó Manu.
Se miraron fugazmente sonriendo y volvieron toda su atención hacia el lobo que estaba a escasos metros de ellos. Cuando los alcanzó se lanzó sobre Manu, que estaba más cerca, mientras que a sus espaldas el otro lobo saltó sobre Dan. El joven lo vio a tiempo y se agachó al mismo tiempo que empujó a Manu, haciendo así que los dos mamíferos se dieran de bruces y cayeran al suelo aturdidos, pero los aullidos habían atraído al resto de la manada que ya había empezado a rodearlos y, tras mirarlos brevemente, se abalanzaron sobre los chicos. En ese momento oyeron un rugido y todos se detuvieron sorprendidos.
—Vamos, subid —le dijeron Nadia y Sergio a sus amigos.
Habían abierto un hueco en el camino lo suficientemente grande para pasar con las motos y cada uno se encontraba subido en una moto.
Aprovechando la confusión, Dan subió detrás de Nadia y Manu con Sergio. Aceleraron a tope y en un momento se habían alejado de allí.
—Por poco —dijo Sergio con alivio.
    Los demás asintieron. Un poco más tranquilo, Dan se dio cuenta de que no se iba mal abrazado a Nadia y pensó en la posibilidad de que su amiga condujera más a menudo para poder abrazarla de esa forma con más frecuencia. Iba tan tranquilo y tan pensativo que no se dio cuenta de que la moto se había detenido. Tardó un poco en volver a la realidad y cuando lo hizo vio que sus amigos estaban inmóviles en la moto mirando al frente.
    Habían llegado a la costa y podían ver la otra orilla desde allí. Solo había un inconveniente, y es que Sawnock y la Isla del Volcán estaban separadas por un mar de lava hirviente.
Sergio soltó una exclamación mirando el mar que tenían que cruzar.
    —Es imposible cruzar eso y vivir para contarlo. Ya me parecía a mí que el enano ese era muy rarito.
    Dan bajó de la moto y se acercó a la orilla. Recordó lo que les había dicho Savek.
    —No tengáis miedo de cruzar el mar —murmuró mientras se acercaba a la lava burbujeante.
    — ¿Dónde vas? —le gritó Manu—. ¡Te vas a quemar!
    —Tranquilo, que no hay peligro —le dijo metiendo la mano en la lava.
    Todos soltaron un grito pensando que se había vuelto loco. Se acercaron corriendo para sacarlo de allí pero Dan les salpicó mojándolos de pies a cabeza y todos se detuvieron.
    —Para ser lava hirviendo está muy fresquita —dijo Sergio sin entender que estaba pasando.
    —Eso es porque no es lava, idiota —le dijo Manu riéndose.
    —Creo que deberíamos empezar a creer en la magia —comentó Nadia lanzándose sobre Dan.
    Los dos rodaron por el suelo llenándose de arena mojada y, para limpiarse, no tuvieron más remedio que meterse en aquel líquido rojo como si se estuvieran bañando en la playa.
    —Venga parejita, todavía tenemos que cruzar un mar —dijo Manu sonriendo.
    Subieron en las motos y se alejaron de la costa. Era una extraña sensación ir navegando por encima de un líquido rojo semejante a la lava de un volcán, pero enseguida se acostumbraron.
— ¿Qué haces? —exclamó  Nadia mirando a Dan.
— ¿Qué quieres decir? —le respondió él.
—Me has dado en el pie.
—Yo no te he tocado. Habrá sido algún pez.
La orilla de Linkfow no estaba tan lejos como parecía porque llegaron en apenas quince minutos mientras hablaban y observaban a su alrededor. El único contratiempo fue cuando casi volcó la moto de Manu al esquivar un tronco que iba a la deriva. Una vez en la orilla bajaron de las motos y se escurrieron la ropa porque iban empapados, aunque el sol había evaporado un poco el agua de sus ropas. Se secaron con las toallas que Manu y Dan llevaban en sus motos y miraron a su alrededor analizando el lugar.

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