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martes, 8 de noviembre de 2011

Capítulo 1

Hola de nuevo!
Tras haber subido el prólogo de Sawnock y el Amuleto del Volcán la semana pasada y después de haberlo prometido os dejo el primer capítulo del libro. Cabe decir que no es muy largo ni "interesante" pero es el principio y aunque no nos gusten a muchos a veces es necesario utilizar capítulos introductorios como este.

Bueno, sin más espero que sea de vuestro agrado y que lo disfruteis.



Capítulo 1 - El cumpleaños de Dan 

Era viernes 23 de julio. Otro caluroso día de verano empezaba en Goldbeach, 
una zona residencial situada en la playa, en la costa mediterránea. Estaba formada por cuatro viviendas unifamiliares con sus terrazas y garaje propios. Disponía de una zona comunitaria en la parte trasera de las viviendas en la que había piscina con jacuzzi, amplios jardines para pasear, pista de tenis y al lado una cancha donde se podía jugar a fútbol y a baloncesto. Todo esto sin contar que estaba a unos pasos de la playa y por eso nadie que viviera en Goldbeach temía quedarse sin un sitio en la arena ya que solo tenía que cruzar la calle cuando quisiera disfrutar tomando el sol o dándose un baño en el mar.

Nuestra historia nos desplaza hacia una de las viviendas, concretamente al número 21.

Ana y Pedro se habían levantado ya y estaban en la cocina preparando el desayuno mientras veían las noticias de la mañana en la televisión. Ana era una mujer de talla mediana, ojos marrones y pelo liso de color castaño oscuro. Se había casado con Pedro, un hombre alto y fuerte, que trabajaba en el cuerpo de bomberos de la ciudad, mientras que ella trabajaba de secretaria en una editorial. Ambos vivían en aquella casa en Goldbeach.

Era una casa grande con garaje propio. En la planta baja estaban el comedor, la cocina, la habitación de invitados y un baño, así como una pequeña despensa al lado de la cocina. En el piso superior estaban la habitación de matrimonio, con baño y despacho, las habitaciones de sus dos hijos menores y un baño. Fuera, había una terraza que rodeaba toda la casa.

En ese momento, Ana y Pedro estaban comentando una noticia que acababan de dar, cuando entró el hijo pequeño. Hacía una semana que había cumplido ocho años y pese a ello era alto para su edad. Llevaba el pelo corto aunque casi nunca se le veía ya que siempre llevaba puesta su gorra favorita y era difícil quitársela.

—Buenos días papá, buenos días mamá...
—Hola Kevin —lo saludó su padre dándole una palmadita en el hombro—. ¿Has dormido bien?
—Sí —respondió Kevin sonriendo.
—Buenos días cariño —le dijo su madre mientras le daba un beso—. ¿Ya se ha levantado Dan?
—Creo que no —respondió Kevin bostezando.
—Pues dile que si no se levanta me quedo con sus regalos —dijo Pedro riéndose.
— ¡Vale!

Ese día era el cumpleaños de Dan, el hermano mayor de Kevin. Este subió las escaleras y cuando entró en la habitación de su hermano se disponía a tirarse encima suya para despertarle como solía hacer siempre pero se dio cuenta de que no estaba en la cama y tampoco en la habitación.

— ¡Mamá! —gritó Kevin mientras iba corriendo a la cocina—. ¡Dan ha desaparecido...no está en su habitación!

Su padre soltó una carcajada.

—Kevin, ¿has mirado detrás de ti? —preguntó riéndose.
— ¡Buenos días a todos! —dijo alguien desde la puerta.

Kevin se quedó mirando fijamente a Dan.

— ¡Feliz cumpleaños! —le dijo su madre.
— ¡Felicidades, ya eres todo un hombre! —comentó su padre.

A Dan se le escapó una carcajada. Entró en la cocina y saludó a sus padres.

Era un chico alto y delgado aunque corpulento por lo que las chicas solían ir detrás suya. El pelo le caía por la frente tapándole los ojos de color castaño oscuro. Era un chico simpático y divertido, a la vez que vergonzoso y tímido, pero todo dependía de la ocasión en que se encontrara.

—Kevin, ¿no felicitas a tu hermano o es que todavía no lo has encontrado?—dijo su padre desde la mesa.

Todos le rieron la gracia, incluso Kevin.

— ¡Feliz cumple tete! —le dijo, y a continuación añadió—: ¡Qué estúpido soy! ¿Cómo se me ocurre pensar que Dan ha desaparecido si desgraciadamente no va a ocurrir?
— ¿Qué has dicho, enano? —preguntó Dan riéndose mientras se preparaba el desayuno.
—Nada —le respondió Kevin con tono inocente.
—Más te vale...
— ¡Dejad de discutir ya! —les dijo su madre.
—Estamos de broma —respondieron los dos a la vez.
—Estáis de broma pero terminareis discutiendo y entonces me enfadaré —les avisó ella.
—Tranquila mamá.

Dan se había sentado a desayunar y estaba hablando con su padre.

—Es mañana cuando os vais a París, ¿no? —le preguntó.
—De eso quería hablar. Nos iremos esta tarde porque nos han cambiado el vuelo. Hemos comprado de todo pero si te hiciera falta alguna cosa cómpralo con tu dinero —dijo su padre, pero ante la mirada que puso Dan añadió riendo—: ¡Que era broma, hombre! Luego te daré el dinero, y por si es muy urgente tienes mi móvil. También sabes que puedes salir con los amigos o invitarlos a casa, pero sin pasarte, y en el caso de que los invites luego tiene que quedarse todo como si aquí no hubiera pasado nada. ¿Lo has entendido?
—Sí, papá. Lo he entendido todo...

Dan se levantó y recogió la taza del desayuno.

—Pero, ¿cómo os voy a llamar si el teléfono no funciona y mi móvil se me perdió la semana pasada?
—Ya veremos qué podemos hacer, tú no te preocupes por eso. De momento, ¿puedes bajar a por unos papeles del trabajo que me he dejado en el coche para que los rellene?

Dan salió de la cocina y bajó las escaleras que conducían al garaje. Al entrar no vio la silueta que había detrás del coche. Encendió la luz y cogió los papeles que encontró en el asiento, tal y como su padre le había indicado. Cuando iba a subir otra vez fue cuando lo vio. Empezó a andar despacio hasta que lo tuvo enfrente y vio que era una gran caja metálica.

— ¿Qué será esto? —se preguntó a sí mismo.

Dio una vuelta alrededor de la caja y vio un sobre que estaba pegado con celo en uno de los laterales de la caja. Lo miró sin saber que hacer hasta que vio su nombre escrito con tinta negra. Sin más remedio, cogió el sobre y lo abrió. Dentro había una carta, por así decirlo, aunque más bien parecían las claves para encontrar un tesoro. No se equivocaba del todo. Decía así:

<< ¡Feliz cumpleaños, Dan! Aquí tienes la clave para encontrar tu regalo. Si te has fijado bien, verás que la caja tiene una cerradura...>>

Dan distinguió la cerradura justo al lado de donde había estado el sobre momentos antes.

<<...Esta carta te conducirá a la llave sin la cual no puedes abrir la caja, así que si quieres conseguir tu regalo, ponte manos a la obra y encuéntrala. A continuación están indicadas las instrucciones que te conducirán a ella>>.

Dan las leyó rápidamente y vio que el punto de inicio estaba en su habitación.

Recogió los papeles que había dejado sobre el coche y con la carta todavía en la mano subió las escaleras y fue a la cocina para dárselos a su padre, pero no había nadie. Los buscó por toda la casa pero no los encontró. En años anteriores también le habían hecho buscar los regalos, pero nadie había desaparecido de repente.

—Ya volverán —se dijo a sí mismo.

Se dirigió a su habitación como decía la carta, empezó a leer lo tenía que hacer y fue recorriendo la casa siguiendo las indicaciones. Se detuvo un momento al darse cuenta que tenía que salir a la zona comunitaria porque le daba vergüenza que alguien le viera jugando a buscar tesoros. Al final, se decidió por salir y seguir las instrucciones que le daban. Salió fuera y bordeó el campo de fútbol, se dirigió a los jardines tal y como se le pedía y al pie de un árbol distinguió algo. Se acercó rápidamente pero vio que solo era una bolsa de plástico que el viento habría llevado allí. Volvió a buscar la pista y las indicaciones le llevaron hacia la piscina. No encontró nada pero cuando ya se iba se resbaló y cayó al agua.

— ¡Mierda! —maldijo por lo bajo, deseando que nadie lo hubiera visto.

Salió de la piscina y se escurrió la ropa como pudo. Ya no sabía dónde buscar la llave así que decidió que ya seguiría buscándola en otro momento. Entró en la casa y al ver que todavía no había vuelto nadie subió a su habitación y se cambió de ropa. En ese momento se le cayó una moneda del bolsillo que fue a parar debajo de la cama y al agacharse para recogerla encontró un sobre pequeño, de color marrón. Lo cogió y vio que no estaba cerrado del todo, así que terminó de abrirlo y lo puso boca abajo en la cama. Se maldijo a si mismo cuando vio caer una llave pequeña y plateada y, como dentro del sobre no había nada más, lo tiró a la basura.

—Me he mareado buscando la llave y resulta que no hacía falta que hubiera salido de la habitación para encontrarla —se dijo a sí mismo sorprendido, a la vez que confuso y enfadado consigo mismo.



Hasta aquí el primer capítulo. Si os ha gustado me alegro, y si no, lo siento. Ya había avisado que era un poco de introducción a la historia aunque con el pequeño toque "cómico" del final.

Si todo va bien, próximamente subiré el segundo capítulo.

Gracias a todos los que os habéis interesado en leerlo.

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